EL CUENTO DEL ARBOL
“ Había una vez, en las afueras de un pueblo, un árbol enorme y hermoso que vivía regalando a todos los que se acercaban el frescor de su sombra, el aroma de sus flores y el increíble canto de los pájaros que anidaban en sus ramas. El árbol era querido por todos, pero especialmente por los niños, que trepaban por el tronco y se balanceaban entre las ramas con su complicidad complaciente. Si bien el árbol amaba a la gente, había un niño que era su preferido. Aparecía siempre al atardecer, cuando los otros se iban.
– Hola, amiguito – decía el árbol, y con gran esfuerzo bajaba sus ramas al suelo para ayudar al niño a trepar, permitiéndole además cortar algunos de sus brotes verdes para hacerse una corona de hojas aunque el desgarro le doliera un poco. El chico se balanceaba con ganas y le contaba al árbol las cosas que le pasaban en casa. Casi de un día para otro, el niño se volvió adolescente y dejó de visitar al árbol. Pasó el tiempo y de repente, una tarde, el árbol lo vio caminando a lo lejos y lo llamó con entusiasmo:
– Amigo…amigo… Ven, acércate. Cuánto hace que no vienes… Trepa y charlemos.
– No tengo tiempo para estupideces- dijo el muchacho.
– Pero disfrutábamos tanto juntos cuando eras pequeño…
– Antes no sabía que se necesitaba dinero para vivir, ahora busco dinero ¿tienes dinero para darme?
El árbol se entristeció un poco, pero se repuso enseguida.
– No tengo dinero, pero tengo mis ramas llenas de frutos. Podrías subir y llevarte algunos, venderlos y obtener el dinero que necesitas…
– Buena idea- dijo el muchacho, y subió por la rama que el árbol le tendió para que trepara como cuando era chico. Y arrancó todos los frutos del árbol. El árbol se sorprendió de que ni siquiera le diera las gracias.
Pasaron diez años hasta que el árbol vio pasar otra vez a su amigo. Era ya un adulto.
– Qué grande estás- le dijo emocionado-; ven, sube como cuando eras niño, cuéntame de ti.
– No entiendes nada, como para trepar estoy yo… Lo que necesito es una casa. ¿ Podrías acaso darme una?
El árbol pensó unos minutos. – No, pero mis ramas son fuertes y elásticas. Podrías hacer una casa muy resistente con ellas.
El joven salió corriendo con la cara iluminada. Una hora más tarde, con una sierra cortó cada una de sus ramas, tanto las secas como las verdes. El árbol sintió el dolor, pero no se quejó. No quería que su amigo se sintiera culpable. El árbol guardó silencio hasta que terminó la poda y después vio al joven alejarse esperando inútilmente una mirada o gesto que nunca sucedió. Con el tronco desnudo, el árbol se fue secando. Era demasiado viejo para hacer crecer nuevamente ramas y hojas. Quizás por eso, porque ya estaba viejo cuando lo vio venir, años después, solamente dijo:
– Hola ¿qué necesitas esta vez?
– Quiero viajar. Pero ¿ qué puedes hacer tú? Ya no tienes ramas ni frutos que sirvan para vender.
– Que importa, puedes cortar mi tronco… con él quizás consigas construir una canoa para recorrer el mundo a tus anchas.
– Buena idea- dijo el hombre.
Horas después volvió con un hacha y taló el árbol. Hizo su canoa y se fue. Del viejo árbol quedó tan sólo el pequeño tocón a ras del suelo. Dicen que el árbol aún espera el regreso de su amigo para que le cuente de su viaje. El niño ha crecido, pero tristemente se ha vuelto un hombre de esos que nunca vuelven a donde no hay nada más para tomar. El árbol espera, vacío, aunque sabe que no tiene nada más para dar.”
HERMOSO CUENTO.
HABLA SOBRE LA ENTREGA, EL ABANDONO, PERO A PESAR DE LAS MALAS REACCIONES DE LOS OTROS, DEBEMOS SER SERES RADIANTES Y FRESCOS. PERO NUNCA DEJAR QUE NOS FLAJELEN HASTA PERDER TODO NUESTRO SER.
SEAMOS NIÑOS SIEMPRE, CON TODAS LAS RESPONSAVILIDADES DE LA VIDA, PERO CON LA ILUSION Y FANTACIA DE LA MAGIA DEL UNIVERSO. TODOS ESTAMOS CONECTADOS.
GRACIAS POR COMPARTIR ESTA EXPERIENCIA.
LUIS.
CONSIDERO QUE A LOS NIÑOS HAY QUE ENSEÑARLES A CUIDAR LOS ÁRBOLES Y NO A BALANCEARSE EN ELLOS, CREO QUE ES MUY POCO PEDAGÓGICO.
EL CUENTO EN SI NO ES MALO, SOLO QUE LA ENSEÑANZA QUE DEJA NO AYUDA A CUIDAR A ESTOS, SINO A BAÑARLOS.
ES UNA CRITICA CONSTRUCTIVA.
CRISTINA
Este cuento me hace recordar a Jesucristo y a los padres..Bueno principalmente Jesus es el, que nos da amor y…quien daria a su unico hijo, solamente hay una persona y es Dios Jehova que mando a su hijo..para que nosotros fueramos salvados..y nosotros le pagamos a él con desprecios,egoismo, egocentrimo, ira, vanidad y haciendole el mal a otro..la verdad este cuento me a tocado mi corazon..porque exactamente Jesus es igual al Arbol. No seamos materialistas hay que pedirle que nos llene de fortaleza, fe y esperanza. Y en segundo lugar son nuestros padres quienes siempre estan alli en las buenas y en las malas..si no tenemos algo o necesitamos algo..nosotros vamos a correr donde ellos y cuando llegan a la vejez nos hacen estorbo para algunos.
Muy bonita reflexion hay que poner en practica los valores para que este mundo no siga cayendo mas y mas
Le doy Gracias a mi Padre Jehova, porque me ha dado unos padres super!!!
Este cuento me plantea la cuestión del amor y sus límites. Cuando amamos nos entregamos al otro, nos conectamos al otro buscando esa intimidad necesaria. Cuando esto ocurre sabemos que a la vez podremos sufrir en el camino. De la mano del amor viene el dolor. El dolor que produce la pérdida, el rechazo… aún así, seguimos apostando por encontrar y por vivir esa emoción que nos llena y nos inunda de felicidad cuando somos afortunados al sentirla. Sin embargo, ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar para obtener o mantener el amor del otro o de los otros?. Muchos conocen los límites, pero otros, por miedo a la soledad, por inseguridad, por convencionalismos y otras muchas razones, no son capaces de establecer la barrera necesaria para que el otro no lo aniquile, como al árbol del cuento. Esta aniquilación no tiene porque ser física, sino psicológica; una erosión constante y silenciosa del carácter, de la autoestima, de la identidad, que acaba por anular al que ama, que ya no sabe quién es, porque hace mucho tiempo que dejó de ser el que era para convertirse en aquél que el otro reclama y nunca será satisfecho… Si lo hemos dado todo, ¿qué nos queda?, ser una sombra de lo que fuimos y en ocasiones ni eso. Y además, como en el cuento, nunca se apreciará realmente lo que hemos dado, no nos habremos hecho respetar como seres humanos que somos. Por otro lado, el creer que sólo aquél o aquélla que tenemos ante nosotros será el/la único/a que nos podrá amar es un error. Los príncipes azules y sus respectivas princesas sólo existen en los cuentos y en las películas de Hollywood, la realidad es otra, existen muchas oportunidades para vivir la experiencia de amar y ser amados, sólo debemos darnos la oportunidad. Y si no, preguntadles a los que se vuelven a enamorar en la vejez…
Es bueno y es bonito amar, pero no a cualquier precio. La dignidad no la debemos perder nunca. Para amar plenamente debemos conocernos y amarnos a nosotros mismos, sólo así podremos amar con libertad y plenitud a los demás.
Gracias Loli, por tu acertada aportación.
Los cuentos y las situaciones de la vida tienen muchas interpretaciones, la que tú le has dado al cuento no la había pensado. Eso es lo interesante, el poder compartir los diferentes significados que puedan tener los cuentos.Gracias por tu comentario.
Estoy de acuerdo contigo en la visión que das del mundo adulto y del niño, tenemos que sacar más al niño para vivir mejor las obligaciones y preocupaciones del mundo adulto como tú dices “la madurez y la ilusión pueden ir unidas”. Está claro que pueden ir unidas si nos lo permitimos dejando hueco a la ilusión,la fantasía, a la emoción. Asi creo que la carga adulta se siente un poco más ligera y nosotros un poco más felices.
A veces al hacernos adultos perdemos la ilusión, la fantasía, la emoción, creyendo que eso son cosas de niños que nada tienen que ver con el mundo de un adulto y las preocupaciones diarias.
Es triste ver como poco a poco se apaga esa magia, ese interés por el mundo de las emociones que finalmente son la causa de nuestra felicidad.
Reivindico: “la madurez y la ilusión pueden ir unidas” No dejemos que el paso de los años marchiten nuestras sonrisas infantiles.
Gracias Loli.