Acoso laboral: un caso real

El pasado 11 de octubre acudió en defensa como Perito Psicólogo Forense nuestro compañero Sergio Florit que junto al letrado Manuel Allue se encargaron de argumentar los motivos suficientes para probar el caso de Mobbing que a continuación describimos en una entrevista de Rick’s Café. Esperamos sea de vuestro interés y en defensa de los cada vez más numerosos abusos laborales.

 

Alicia F: “Tenía la sensación de estar continuamente en el punto de mira”

 

Navega el Rick´s Café hasta Esparraguera (Barcelona) para entrevistar a la ingeniera Alicia F. V. Ella ha sufrido el mobbing laboral de una jefa incompetente que aplicó la envidia sobre esta joven porque tenía el respeto y la confianza de su equipo de trabajo y de los ingenieros del Ministerio de Fomento que les habían encargado las sucesivas obras. La empresa reconoció la improcedencia de su despedido, pero Alicia asesorada ha decidido llevar su caso a la Justicia para que se siga haciendo jurisprudencia.

Estamos ante una de las lacras de nuestro tiempo y, por tanto, cabe sacarla a la luz para que cada persona, generación y pueblo se conciencie de ello e impida con sus actuaciones cotidianas y con sus exigencias por la vía judicial que el mobbing continúe.

Alicia, que se encuentra en pleno proceso de superación, está comprometida en la concienciación y erradicación de este fenómeno a través de su labor como voluntaria en la asociación Alto al mobbing.

Alicia, ¿cuéntales a los lectores del Rick´s Café el mobbing laboral que has sufrido? Cómo empezó todo y qué te fueron haciendo por el camino.

“Era mando intermedio, jefa de instalaciones en una contrata de carreteras que depende del Ministerio de Fomento. Entré en la obra en 2005, pasé por varias empresas diferentes, subrogándome sin problemas hasta 2010. En este año hubo un último cambio de empresa y empezó todo. Los trabajadores nos quedamos y hubo un cambio en los mandos de la empresa, además surgieron una serie de obras de remodelación en uno de los túneles del que era responsable, en esta obra también estaba la misma empresa.

Tenía a mi cargo un equipo de operadores de sala, su trabajo es visionar las imágenes de los túneles y gestionar los diferentes sistemas de emergencia de túneles, además tenía un equipo de electricistas para realizar el mantenimiento de las instalaciones eléctricas de la vía pública. Uno de los electricistas es mi pareja.

Al principio todo parecía ir bien, y de hecho no sé si el detonante fue algún episodio en concreto, sí que pasaron dos incidentes que pudieron ser desencadenantes y distan entre ellos varios meses.

El primero, fue que mi exjefa vino al centro en el que trabajaba y me comentó que quería modificar el sueldo, pactado de 3 trabajadores de sala porque consideraba que cobraban demasiado. Aquí hubo un fuerte enfrentamiento ya que le dejé clara mi postura, que eso era denunciable y demandable y que no estaba de acuerdo, esto creo que no le gustó nada y la relación se empezó a distanciar.

El segundo, casi un año más tarde, tenía previsto irme de vacaciones con mi pareja, en agosto, pero justamente empezaron unas obras en las que se reclamó (el MFOM) mi presencia y la de mi pareja, con lo que no podría irme de vacaciones, hubo una reunión de obra en la que comenté que si me tenía que quedar sin vacaciones, lo haría pero debían hablar con la empresa a ver cómo se arreglaba este tema. Se lo tomaron al pie de la letra y llamó el jefe de demarcación de carreteras a un alto mando de la empresa y éste llamó a mi exjefa quien al no haberle comentado nada se enfadó y mucho. Primero tuvo unas palabritas con mi pareja y después vino a por mí, suerte que no estaba sola y las palabras que me dijo no quedaron en vacío, en pocas palabras que quién me pensaba que era para llamar la atención de esa manera. Me quedé paradísima. A partir de este momento se desencadenaron toda una serie de hechos que acabaron en mi despido en abril de 2012.”

¿Qué pasó en ese transcurso de tiempo?

“De todo, burlas a mi físico, ninguneos de todo tipo, irme quitando funciones sin explicación ni motivos gradualmente. Había épocas que pasaban de mí, como si no existiese. En otras me volvían loca a exigencias, me llamaban dos minutos antes de salir del trabajo para mandarme tareas para ya, me modificaron unas pagas de beneficios que tenía pactadas, daban órdenes a mis trabajadores a mis espaldas (cuando existe un organigrama bien definido en el que ellos dependían directamente de mí, no del encargado).

Fueron unos meses muy duros, llenos de ansiedad y estrés, tenía la sensación de estar continuamente en el punto de mira y que cualquier cosa que hiciese estaba mal.

 

“De todo, burlas a mi físico, ninguneos de todo tipo, irme quitando funciones sin explicación ni motivos gradualmente.”

 

Finalmente a finales de 2011, decidieron trasladarme a la base de la empresa junto con los electricistas, y así lo hicimos (con sorpresas, claro). En febrero de 2012 me citaron a una reunión sin más explicaciones, en ella me plantearon un protocolo de veintitantos puntos, entre ellos, mi pareja era trasladado de trabajar de electricista a trabajar en carretera y contratarían un nuevo electricista para suplirlo, así sin más. Se me culpaba de tratar mal a todo el mundo, además me presentaron una carta de los delegados de personal dirigida a la empresa, donde me acusaban de tratar de manera desconsiderada a mis trabajadores, me quedé muerta no sabía nada de esto. Además se me hacía responsable del mal funcionamiento de unos GPS (localización de camiones quitanieves), ya que había habido un accidente múltiple que según la prensa era culpa de una placa de hielo, luego se desmintió ya que fue por niebla. El mantenimiento de esos GPS se había realizado estando yo de vacaciones, a propósito, como un ninguneo más, pero la culpa era mía. En teoría el protocolo era una oportunidad para redimir mis pecados, cuando lo que realmente había pasado es que habían ido al MFOM y habían comunicado que me querían despedir a mí y a mi pareja y el MFOM paró ese despido (de esto me acabo de enterar). Solución hacerme la vida imposible y tacharme de todo lo posible para ver si cogía la puerta y me iba. Seguí pero esta vez bien asesorada desde hacía unos meses y recopilando toda la información posible para cuando llegase el momento.

Mi pareja entró en crisis y cogió la baja durante siete meses. Me quedé sola, en una oficina diferente y con un nuevo electricista que se sumó al carro de los ninguneos. Pasaron 2 meses horribles y el día 16 de abril de 2012 me despidieron, disciplinariamente, alegando que había bajado mi rendimiento laboral los dos últimos meses a propósito, cuando fueron los meses que más trabajé en mi vida (tardes, noches y fines de semana incluidos aunque fuese desde casa). Ya había puesto una querella por acoso e injurias, que al final se ha quedado en un posible delito de injurias cometido por parte de los delegados sindicales, ya que 4 de los 6 trabajadores me firmaron una carta diciendo que no sabían nada de la carta y que además estaban conformes con mi actitud, que les trataba bien, al 5º lo grabé en video, no quiso firmar la carta por miedo a represalias pero decía que no tenía ningún problema conmigo.

No firmé nada y reclamé. En la conciliación la empresa admitió la improcedencia del despido, y en el juicio también. Ahora estoy esperando la sentencia a ver si se considera nulo o no.”

 

“Fueron unos meses muy duros, llenos de ansiedad y estrés, tenía la sensación de estar continuamente en el punto de mira y que cualquier cosa que hiciese estaba mal.”

 

¿Cómo te sentiste conforme los sucesos te fueron afectando? Cómo te ha repercutido en el resto de circunstancias de tu vida.

“Al principio no entendía nada, me sentía culpable y no sabía de qué exactamente. Pasé por muchas fases diferentes, mientras estuve trabajando sentía miedo, ansiedad e insomnio. No sabía como afrontar el día a día ya que era una tómbola. Unos días me ignoraban como si no existiese y otros eran una locura de exigencias, casi se podría decir que en ocasiones adopté una especie de huelga a la japonesa; es decir, cuánto más me demandan más doy… En fin una locura de principio a fin.

Lo que más me dolió de esa época fue la soledad, que todos huyesen de mí, era como el juego de la peste, la tienes y todos se alejan de ti. Tras mi despido, ya que no me cogí la baja laboral aunque la médico de la seguridad social me quiso obligar, además que era el consejo que me dieron todos a mi alrededor, me sentí vacía, triste y derrotada. A partir de ese momento fue cuando empezó mi agonía psicológica. Salieron a flote las secuelas que en mi caso se transformaron en ataques injustificados de ira hacia mi misma, me intenté lesionar en varias ocasiones y una agorafobia secundaria que me impedía seguir una vida normal. Me pasé casi un año sin salir de casa, más que al juzgado y al psiquiatra. Mi proceso judicial se ha retrasado con lo que he estado esperando juicio un año y medio, enferma, en el paro y sin poder ponerle remedio. Menos mal que tenía algunos temas académicos pendientes y los he podido gestionar online, eso me ha mantenido activa mentalmente. Además me han quedado una serie de secuelas en el sistema nervioso que se traducen en dolores musculares en las extremidades aleatorios, casi como una fibromialgia pero sin serlo.”

¿A qué recursos y servicios profesionales has recurrido para dar respuesta a este acoso?

“En un principio fui al médico de cabecera para que me recetase algo para el nerviosismo y sobre todo el insomnio. Mi pareja sí que estuvo de baja por este tema y su médico nos dio un folleto de una asociación de ayuda que fueron las personas que nos sirvieron de apoyo, de guía y además nos facilitaron los recursos legales y psicológicos que necesitábamos. Además fuimos derivados a la unidad de salud laboral, quién corroboró que había un ambiente hostil. Además intenté recurrir a la inspección de trabajo pero se me denegó la denuncia por estar despedida y haber un proceso judicial interpuesto.”

¿Cómo está siendo el apoyo de tus familiares y amigos?

“El apoyo es fundamental en estos casos, la soledad y la incomprensión son uno de los problemas más duros que tiene que afrontar una persona que se encuentra en esta situación. En mi caso he tenido mucha suerte, todas las personas allegadas me han apoyado desde el primer momento, han sufrido pacientemente mis bajones y crisis. Del círculo laboral, aunque sea extraño también he recibido apoyo, poco en el sentido del número de personas pero muy grande por la calidad de las mismas, gracias a todos. Además he conocido a otras personas que lo han vivido, sus experiencias, su apoyo y su trabajo me han ayudado muchísimo, les estaré siempre agradecida a todos ellos. Por último quiero recalcar la importancia de encontrar buenos profesionales, especializados en estos casos, ya sea a nivel psicológico como a nivel legal, personas que hacen de su trabajo una manera de ayudar a los demás, que no buscan tanto un bienestar económico sino la satisfacción de haber ayudado a un ser humano perdido y solo.”

 

“El apoyo es fundamental en estos casos, la soledad y la incomprensión son uno de los problemas más duros que tiene que afrontar una persona que se encuentra en esta situación.”

 

¿Qué esperas de tu proceso judicial?

“Obviamente todos esperamos que se haga justicia, que se borren las malas experiencias y que se sepa la verdad, nuestra verdad. También existe un deseo de olvidar y pasar página, de empezar de cero. La respuesta es compleja. Para mí lo fundamental es que se deshaga el daño causado materialmente hablando a las terceras personas que se han visto involucradas por estar a mi lado. El resto ya se verá, de momento la improcedencia está reconocida con lo cual ya queda patente que no era una mala trabajadora si además de esto se puede conseguir que queden reflejadas las prácticas de las que se valieron para intentar que me fuese, para que no se le vuelva a ocurrir volver a hacer esto a nadie, seria formidable.”

¿Qué mensaje les lanzas a quienes sufren mobbing laboral?

“Que no son culpables de nada, que no están solos que por desgracia somos muchas personas y que de todo se sale mejor o peor, pero que no se debe vivir para trabajar sino trabajar para vivir. En primer lugar hay que saber qué es lo que te está pasando, ponerle nombre, no estamos hablando de incidentes puntuales ni de malentendidos. Una vez despejadas las dudas hay que buscar ayuda, informarse, ver qué pasos seguir, desgraciadamente cuando uno llega a este punto, no tiene ánimo para nada ni fuerzas, es por este motivo que existen asociaciones de afectados que están para prestar esta ayuda, son personas que han pasado por este proceso y aún así les quedan fuerzas para ayudar a los demás. En tercer lugar y no menos importante, no hay que tener miedo, sabes que no te quieren, te están haciendo daño, protégete, no luches como hice yo contra ruedas de molino, si tienes que coger la baja cógela y desde la distancia actúa. No hay que olvidar que cuanto más tiempo se esté expuesto peores serán las secuelas y el daño sufrido.”

Entre tus proyectos, ¿cabe la posibilidad de que asesores a personas que también lo sufren?

“En ello estamos, desde que contactamos con la asociación Alto al Mobbing ASAM he asistido regularmente a sus reuniones y actos. En estos momentos soy vocal de dicha asociación y realizo tareas informáticas, página web, redes sociales… Además entre los temas académicos pendientes estaba el proyecto final de carrera de ingeniería y decidí poner mi granito de arena realizando una página web e intranet para la gestión de la asociación. No quiero olvidar lo sucedido, quiero que sirva de ayuda a los demás, si no hubiese dado con esta asociación no sé que habría sido de mí, que mejor manera de agradecer dicha ayuda que unirse a este magnífico trabajo voluntario y social.”

He visto que en Madrid por ejemplo hay una asociación que asesora a las personas que sufren mobbing, ¿hasta qué punto estimas valioso la creación de una red nacional y mundial para, por un lado, promover ese asesoramiento y ayuda? Y, por otro, para concienciar a las personas y pueblos de esta lacra.

“Creo que sería un logro muy importante el crear una plataforma global, uniendo en ella a todas las asociaciones y profesionales dedicados a este tema. Se debería crear una federación para regular la manera de ofrecer estos servicios y unirnos, dicen que la unión hace la fuerza. Pero la realidad es que se carecen de recursos para mantener estas asociaciones muchas de ellas están desapareciendo por falta de ayudas y el panorama no es muy alentador.”

 

A la memoria de mi padre

Escribir sobre lo que nos importa y sobre las personas que han marcado nuestra vida suele ser difícil. Pero es un ejercicio. Este pequeño fragmento de un libro, que no sé si acabaré algún día, y que a continuación relato forma parte de ello, y quiere rendir homenaje a una de las personas más importantes en mi vida. Hoy hace treinta años que falleció. Los cigarrillos se lo llevaron. Se quedó el recuerdo de un padre, su cariño y su ausencia, sirvan estas palabras para seguir en contacto con él.

Al meu pare, Vicenç Florit Rotger, desitjo  que continuem estan propers

 

 

Cigarrillo 2    Los primeros años

   Cruzó la calzada. Seguía deambulando. El frío disipaba el humo, acariciaba su rostro tenso y de repente su mente viajó al pasado. ¿Qué le llevó hasta ese recuerdo?  En esa noche quizás todo cobraba mayor valor y se reimportaba. La imagen de su abuelo surgió, con esa boina que sólo puede acompañarse de un bastón y que pese a la sensación de fragilidad, en su abuelo, adquiría el conjunto propio de alguien que sabía.  Empezaba bien el proceso, por fin alguna luz.
Los paseos de la infancia acudieron como un bálsamo al frío, al dolor, al cansancio.  No había mejor compañía en su infancia que la de él. Era poco hablador, pero cuando explicaba sólo podías escuchar. De sus labios surgía una voz, ya temblorosa por la edad, pero que fluía al contar las historias que aquel niño de cinco años absorbía. Muchas de ellas no explicaban “nada más” que recuerdos de un viejo zapatero que tuvo que emigrar para poder sacar, como muchos, a su familia adelante. Que abandonó su raíz y su sentir. Jamás volvió. El anciano de la boina le relataba las historias que sus clientes le dejaban en el aire, mientras él golpeaba con habilidad las tapetas de goma de la Sra. Luisa de la carnicería.   

   –Qué dolor en las piernas siempre de aquí allá, que bien está usted aquí Sr. Francisco, le cambio cuando quiera el trabajo -le decía la Sra. Luisa mientras escuchaba el sonido del martillo de hierro sujeto a un mango usado de madera.

   O remendaba los agujeros en la suela de un maltratado calzado del Sr. Antoni, a quien su trabajo de “viajante” obligaba al desgaste.
No era lo que decía -el humo seguía escapándose- era la pasión que ponía, el cómo se centraba en contar la historia para que su nieto la disfrutara, así lo hizo durante los escasos años en los que le enseñó a vivir. Quizás, seguro, fueron pocos. Ojalá ahora pudiera recuperar ese espíritu positivo, sereno y transmisor.

   Los pies envueltos con el cariño del zapatero de su abuelo lo dirigieron hacia el primer local que interrumpió su caminar. Martín, -así lo llamaron- y así se sentía orgulloso de llamarse. Su nombre no recordaba a ningún antepasado, su padre un indisciplinado periodista, decidió no homenajear a nadie. Él –su padre- era de los que creían que la biografía personal no puede empezar con un nombre prestado. Fue un hijo deseado, por lo menos era esa la opinión de su madre una pescadera de reconocido corte en el mercado de Santa Catalina. Tardó en llegar, al periodista ya le parecía demasiado tiempo, -las noticias, las buenas noticias no se hacen esperar- decía. Así que cuando Martín llegó, el periodista se disponía a cubrirse con la manta del sueño bien merecido después de cubrir un pequeño incendio en un quiosco de las ramblas. No llegó hasta bien entrada la mañana. Los insistentes timbrazos del teléfono no lograron alterar su descanso, dormía poco, pero cuando lo hacía no tenía sentido despertarlo, cerraba sus canales, sus sentidos y se abandonaba a lo que sólo él sabía. Nació pequeño, insignificante, al igual que ahora se sentía.

   El zapatero se sintió orgulloso. Por fin un nieto varón. Todavía eran tiempos en los que llevar el apellido en la pole, era importante. Un niño que llevaría el apellido del abuelo, del padre y que traspasaría algún día a un hijo.

   Su infancia transcurrió como lo hacía la de la mayoría de muchachos, escuela pública, casa pequeña y rodeado de la familia. Martín fue hijo único, no se podían permitir más en aquella época, tanto el periodista como la pescadera consideraron –sin preguntar, claro a Martin- que su destino sería estar solo. Quizás eso marco su destino. Una decisión impremeditada, funcional y basada en los sufrimientos que ya incluso antes de nacer el pequeño Martín traería a su familia. Abuelos, padres e incluso algún animal doméstico acompañaron los primeros años de vida de un niño que fue querido pero al que nunca se le reconoció, para todos fue un regalo, pero todos querían disfrutar de él sin compartirlo; bueno, todos no, el periodista no podía hacer más que cubrir diferentes noticias y así fue perdiéndose los cumpleaños que inexorablemente se sucedían año tras año y que hacia alargar los pantalones de sus frágiles piernas. Eso sí nunca falto un regalo físico, solo falto el abrazo siguiente al presente, el reconocimiento para él de que se le quería  y no solo a la fecha. Aprendió a vivir así, y luego se arrepintió de no saber rectificar.
La vida nos da la oportunidad de equivocarnos, pero raramente nos permite rectificar a tiempo. Martin se sabía querido. Así transcurrieron los años, atenciones afectivas repartidas y amistades que duraron una vida.

   El silbido de un vehículo perfiló la sombra de Martín cuando, éste, absorto en sus pensamientos del pasado atravesaba la calle. El ruido del motor, la sensación de peligro y la aceleración del corazón hicieron caer el primer cigarrillo al suelo. Se quedó mirando la colilla humeante todavía en la calzada y súbitamente fue consciente de que había entrado de lleno en un proceso del que ya no podría salir sin una respuesta, las primeras bocanadas le había sugerido, y sin pretenderlo le hacían dirigirse hacia su destino.
Levantó la vista.