-ESTRÉS, PROCESO Y AFRONTAMIENTO-

Los cambios, los problemas laborales, las relaciones interpersonales, los eventos familiares y económicos, la incertidumbre ante el futuro, son algunos de los muchos acontecimientos vitales que nos generan ansiedad y estrés. Nos asaltan dudas de si seremos capaces de hacer frente a tales situaciones, y es en ese momento cuando nuestro organismo puede reaccionar de muy distintas maneras.    

        ¿Hasta qué punto se considera “normal” la respuesta que damos ante una situación concreta? Cierto nivel de estrés es adaptativo, nos permite estar alerta y pone en funcionamiento una gran cantidad de recursos energéticos; pero cuando escapa a nuestro control, puede suponer una interferencia en nuestra vida, aparte de suponer un riesgo para la salud.

 

Podemos hablar de estrés positivo (eustress) cuando hacemos referencia a aquél que funciona como energetizador y motivador del sujeto, y de estrés negativo (distress) cuando interfiere y bloquea la respuesta de la persona. Esto está muy relacionado con el rendimiento que podemos obtener en una situación concreta y ya en 1908, Yerkes y Dodson establecieron una relación entre el rendimiento de un sujeto y la activación producida por el estrés en forma de “U” invertida: el rendimiento es mayor cuando los niveles de estrés son medios, ni muy altos ni muy bajos.

 

 

El estrés es un proceso que nuestro organismo pone en funcionamiento ante una situación de exigencia, cuando esa situación supera los recursos que la persona cree que posee para hacerle frente y/o considera que puede poner en peligro su bienestar individual. Son muchos entonces los procesos emocionales y cognitivos que influyen en esa respuesta, pero ¿qué nos sucede exactamente para que reaccionemos así?

 

Ante la situación, suelen darse dos fases: 1. Una primera más emocional y 2. Una segunda más cognitiva y controlada.

Primero realizamos una valoración NO consciente, automática y rápida del estresor, que suele ir acompañada de respuestas fisiológicas tales como aumento de la tasa cardíaca, sudoración, aumento del tono muscular que prepararían nuestro cuerpo para el ataque y la huida (reacción de alarma), gracias a la activación de los ejes neural y neuroendocrino. A continuación, procesamos con mayor profundidad la información, hacemos una valoración del riesgo que implica hacer frente a esa demanda y de si está en juego nuestro bienestar, estatus, autoestima, y todo aquello que consideramos importante para nosotros, seguida de una valoración secundaria en la que evaluamos los recursos que poseemos, las estrategias de afrontamiento que pondremos en marcha y si seremos capaces de resolver la situación. Si consideramos que sí tenemos los recursos necesarios para hacerle frente, entonces seleccionaremos la respuesta que creemos más adecuada, terminando así con el proceso de forma eficaz y retornando a nuestro organismo la homeostasis inicial.

1. Evaluación inicial automática        (R. emocional )

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2. Evaluación primaria

3. Evaluación secundaria                       (R. controlada)

4. Selección de la respuesta

     

        ¿Qué sucede si por el contrario la respuesta no da solución a la situación estresante y el afrontamiento se mantiene en el tiempo o se generaliza a otras situaciones? Los problemas relacionados con el estrés surgen cuando esa activación se mantiene, poniendo en funcionamiento el eje endocrino, que tiene unos efectos más duraderos y que conllevará el agotamiento de la persona y a la pérdida de control sobre la situación.

No todos reaccionamos igual ante situaciones similares; lo que para una persona puede resultar un estresor, no tiene porque serlo para otra. Dependiendo de la percepción de control que tenga la persona sobre la situación, el grado de previsión, de predisposiciones biológicas, de las experiencias previas que haya tenido y de la historia de aprendizaje, esta resultará estresante o no para la misma.

 

¿Existen estilos de afrontamiento que permiten clasificar a los sujetos a grandes rasgos?  En 1982, Meichembaun y Turk hicieron una clasificación de tres estilos cognitivos:

1. Autorreferente: Las estrategias que utiliza están enfocadas sobre sí mismo, no consigue tener claves adecuadas para orientar su conducta, por lo que probablemente no resolverá las demandas, originando así consecuencias negativas.

2. Negativista: Se trata de un estilo en el que el sujeto niega la existencia del estresor, sobretodo cuando este es incontrolable. Esta negación conlleva, por lo tanto, el problema sin resolver.

3. Autoeficaz: Puede considerarse el mejor estilo de afrontamiento, dado que busca la mayor información posible, tiene una alta expectativa de resultados, lleva a cabo habilidades efectivas que hacen que resuelva eficazmente la demanda externa y terminando rápidamente con la situación de estrés.

 

A nivel fisiológico, el estrés tiene efectos inmunosupresivos, ya que eleva el nivel de cortisol y corticosterona (glucocorticoides) en sangre, incrementando a la vez las respuestas depresivas y los sentimientos de indefensión del sujeto. También, reduce la inmunocompetencia, disminuyendo la actividad de las Natural Killers, unas células que se encargan de destruir los antígenos que aparecen en nuestro organismo, alterando así la capacidad de respuesta de nuestro sistema inmunitario y favoreciendo la aparición de determinadas enfermedades como el cáncer. Además, el estrés nos predispone a sufrir trastornos cardiovasculares, puesto que aumenta la actividad metabólica general y modifica la frecuencia cardíaca.

 

        ¿Cómo podemos reducir nuestros niveles de estrés? Existen numerosos recursos y técnicas, y deberemos escoger aquella que mejor se adapte a nosotros; las técnicas de relajación, la práctica de ejercicios aeróbicos, así como las técnicas de reestructuración cognitiva y las estrategias de afrontamiento serán algunas de las técnicas que nos ayudaran a afrontar las situaciones estresantes de nuestra vida, aumentando la sensación de control y elaborando un proceso efectivo para dar respuesta a la demanda planteada. Ante una mayor capacidad para afrontar las demandas ambientales, mayor deberá ser también la intensidad del estresor para producir efectos negativos en nuestro organismo.

 

Nuestro bienestar tanto físico como psicológico deben primar sea cual sea la situación a la que nos enfrentemos; por eso, poseer unas buenas claves y estrategias nos permitirían poseer también una mayor salud.

 

Bibliografía:

LABRADOR; CRESPO. Estrés. Trastornos psicofisiológicos. Eudema, 1993

LAZARUS, R.S; FOLKMAN,S. Estrés y procesos cognitivos. Martínez Roca. Barcelona, 1986.