– ADICCIONES EN POTENCIA –

Teléfonos móviles, Internet, redes sociales, dispositivos electrónicos de última generación. Tecnología sin límites que progresivamente va penetrando en nuestra sociedad, prácticamente sin darnos cuenta de ello. Cada vez es más frecuente ver a personas que caminan con el móvil en la mano; a grupos de amigos reunidos pero en silencio, concentrados en sus pantallas; metros y autobuses llenos de sonidos y melodías que avisan de nuevos mensajes o notificaciones. Imágenes que ya forman parte de nuestro día a día y de las que seguramente formamos parte nosotros también. La “tecnología inteligente” ha cambiado la manera que teníamos de comunicarnos y relacionarnos con los demás, creándonos una falsa necesidad y dependencia, haciéndonos en muchos casos incapaces de prescindir de ella y de los múltiples servicios que ofrece.

Está claro que no podemos negarnos al avance tecnológico y que debemos estar adaptados a los nuevos tiempos. Pero, ¿cuándo debemos preocuparnos?, ¿cuándo la afición se convierte en adicción?

Los límites entre un uso abusivo o una dependencia son difíciles de establecer, sobre todo por la ausencia de criterios diagnósticos y la “normalización” que hacemos del uso de estas tecnologías. Vemos normal comer con el teléfono encima de la mesa; entrar en las redes sociales recién levantados para informarnos de las últimas noticias, como si de un periódico se tratara, o convertir la conexión virtual en el hobbie preferido de nuestro tiempo libre. Y es que relativizamos estas conductas potencialmente adictivas y ritualistas porque se han convertido en un fenómeno social, minimizando la importancia de los efectos perjudiciales y de las múltiples consecuencias psicopatológicas que comportan y que irán en aumento.

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Cuando el uso del móvil o de Internet interfieren significativamente en la vida laboral, personal y/o social de la persona, entonces, es probable que nos encontremos delante de una posible adicción. Desatender las obligaciones, ver disminuido nuestro rendimiento escolar o laboral, sentir incontrolabilidad ante el impulso de conectarse, reducir el abanico de actividades sociales que antes nos resultaban gratificantes, incrementando el tiempo de conexión y la atención empleados por encima del previsto, serían algunos indicadores de la existencia de un problema.

¿Todos podemos ser adictos?  Detrás de estas potenciales adicciones se encuentran algunas variables psicológicas y rasgos de personalidad asociados. La baja autoestima, una elevada impulsividad, impaciencia e irreflexivilidad, altos niveles de extraversión en busca de estimulación, bajo nivel de afectividad, una elevada necesidad de aprobación y reconocimiento social, rasgos ansiosos y altos niveles de neuroticismo serían algunos de los rasgos más correlativos. En cambio, para la adicción a Internet, predominaría la introversión, además de déficits en habilidades sociales, que explicarían la comodidad que experimentan algunos usuarios al mantener un contacto virtual, evitando así la exposición de un contacto cara a cara.

Algunas de las conductas manifiestas más frecuentes que indicarían un posible uso adictivo serían consultar el teléfono móvil en intervalos muy cortos de tiempo, mirar constantemente el nivel de batería por miedo a quedarse incomunicado, comprobar compulsivamente que llevamos encima nuestro dispositivo y que no lo hemos perdido (cuando en realidad no lo hemos movido de sitio), hipervigilancia ante la espera de mensajes de otros usuarios y necesidad de responder al instante. En los últimos años se está utilizando el término Nomofobia (del inglés No- Mobile- Phone- Phobia) para describir el miedo irracional que algunas personas experimentan al olvidarse el teléfono móvil en casa o al estar separado de él. Regresan para cogerlo y manifiestan una elevada ansiedad si lo pierden, se quedan sin batería o no les funciona correctamente.

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Pero, ¿qué sucedería si se limita el uso del móvil o Internet a un posible adicto?  Aunque estas adicciones comportamentales no se recogen en las clasificaciones diagnósticas oficiales, se ha observado que los síntomas más frecuentes que se producen ante la privación o restricción de estas tecnologías son semejantes al Síndrome de Abstinencia que se da en otras adicciones a sustancias. Esta abstinencia, debida al cese o a la privación del uso, causa un gran malestar, con síntomas tales como ansiedad, un constante estado de alerta, agitación psicomotora, conductas de búsqueda de gratificación inmediata, un deseo fuerte de conectarse a la red (semejante al craving), irritabilidad, dificultades para la concentración, dificultades para iniciar o mantener el sueño, repentinos y fuertes cambios emocionales, así como pérdida del sentido control y la realidad.

El teléfono móvil y las redes sociales suponen una gran fuente de reforzamiento y gratificación, sobre todo para los más jóvenes. Cómo sucede en las adicciones, la conducta adictiva tiene como finalidad evitar las consecuencias que la abstinencia produce; en otras palabras, el sujeto que se conecta constantemente a Internet o utiliza su teléfono móvil ya no lo hace tanto por esa gratificación inicial que le producía, sino para evitar la ansiedad que se generaría por el hecho de no conectarse.

Estas nuevas adicciones se relacionan cada vez más con trastornos psicopatológicos graves. Se observan cuadros depresivos, caracterizados por baja autoestima, pérdida de interés o placer por actividades que antes resultaban gratificantes, apatía y sensación de vacío, sentimientos de inferioridad, inseguridad e incluso aislamiento. También se han relacionado con elevados niveles de estrés, que se traducirían en ansiedad, falta de concentración, respuestas fisiológicas intensas, fácil reactividad, insomnio, y en los casos de estrés más prolongado, potenciarían un estado de ánimo depresivo. El uso excesivo de las redes sociales y del móvil también potencia rasgos narcisistas, llegando en algunos casos a hablar de un narcisismo patológico; con cada foto, cada actualización, cada estado, buscan la respuesta de otros usuarios, la influencia y popularidad, en un afán por llamar la atención, lograr admiración y aceptación. Hablando de ellos mismos y haciendo públicos detalles de su vida personal se convierten en los protagonistas absolutos de los chats de grupo y de las redes, adoptando en algunos casos un papel cercano al de una auténtica “celebridad”; necesitan nutrirse de los comentarios positivos y “me gusta” del resto de usuarios, conductas que subyacen a una autoestima vulnerable, una fuerte sensibilidad ante las críticas y un potente miedo al rechazo.

¿Qué podemos hacer ante una posible adicción? El primer paso es aceptarla. Reconocer que tenemos un problema es la base de cualquier cambio. No existe un procedimiento único para todos, pero sí unas pautas generales que pueden ayudarnos. Reducir progresivamente la conexión a Internet o al teléfono móvil y planificar las horas que dedicaremos a su uso; ocupar nuestro tiempo realizando actividades gratificantes y provechosas; prever y anticiparnos a aquellas situaciones de riesgo que pueden llevarnos al uso excesivo (por ejemplo, el aburrimiento); controlar estímulos que nos inciten a ello (evitar tener el móvil cerca, desactivar el sonido de las alertas y mensajes); apagar el móvil antes de ir a dormir y, sobretodo, hacer un trabajo cognitivo, de concienciación colectiva, para darnos cuenta de que no es necesario un móvil o una red para la socialización, todo ello para conseguir una abstinencia absoluta y definitiva.

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Un uso adecuado del móvil y de Internet, que podamos complementar con nuestro día a día y que sirva como una herramienta de trabajo y de entretenimiento “sano” es posible. No debemos olvidar la importancia de un buen contacto social cara a cara, que sea real, en el que pueden apreciarse estados de ánimo e información verbal y no verbal imperceptibles a través de una pantalla.

Es importante recordar que NO es la tecnología la que provoca adicción, sino que somos nosotros los que nos hacemos vulnerables ante ella. Las ventajas que pone a nuestro servicio son muchas, y por eso debemos aprovecharlas para optimizar y hacer más funcionales nuestras vidas, sin convertirla en imprescindible para la comunicación básica. Debemos reflexionar ante todo lo expuesto si no queremos que en los próximos años estas potenciales adicciones se conviertan en uno de los principales motivos de consulta psicológica.

Tecnología SÍ, pero siempre bajo nuestro propio control.