NO SABEMOS ESTAR MAL

Tan importante es aprender a valorar cuando uno se siente bien como aprender a estar mal y saber gestionar las emociones negativas. Cuando vemos a alguien llorar, seguramente nos esforzaremos para que deje de hacerlo; cuando está enfadado, intentaremos desviarle del foco de su malestar para que deje de estarlo. Y sin darnos cuenta, en vez de gestionar esas emociones y pensamientos negativos lo que hacemos es evitar constantemente el malestar, de manera que será imposible concentrarse en lo que está sucediendo y no activaremos la búsqueda de alternativas para encontrar una solución.

Es importante aprender a aceptar las cosas que llegan en cada momento, tanto las buenas como las malas. La vida implica movimiento, un cambio constante, incertidumbre ante lo que nos va a venir. Continuamente elaboramos creencias limitadoras sobre cómo deberían de ser las cosas: “debería de estar contento por el trabajo que tengo”, “no debería de quejarme”  que no hacen más que aumentar nuestros niveles de frustración por la distancia entre aquello que realmente tenemos y aquello que supuestamente deberíamos tener. Las emociones negativas tienen una función adaptativa, deben de actuar como un motor de cambio, enseñarnos a afrontar las dificultades y adaptarnos a la realidad que vivimos.

El malestar permite conectar con uno mismo, con nuestro “yo” interior. Se convierte en una oportunidad de cambio. Sólo aprendiendo a gestionar adecuadamente las emociones, tanto las positivas como las negativas, poseeremos una adecuada salud emocional, con una gran capacidad de resiliencia, transformando los problemas en oportunidades para aprender sobre la vida y sobre nosotros mismos, conectando con los sentimientos que experimentamos y llevando una vida coherente con lo que está sucediendo en el momento presente.

 

 

Foto: Sara Herranz, ilustradora.