AMAR
“El amor es una bellísima flor,
pero hay que tener el coraje de ir a recogerla al borde de un precipicio”.
Stendhal (1783-1842). Escritor francés.
¿Cuántas cosas hemos hecho o cuántas hemos dejado de hacer por amor?.
Amor, una sensación placentera que experimentamos, que somos incapaces o nos resulta muy difícil renunciar a ella cuando se presenta… El amor se siente y sobre todo se comparte. En el compartir, en el sentirse cercano al otro, es donde el amor se manifiesta y se constituye como la experiencia más maravillosa de nuestra vida. Dedicamos nuestra vida a buscar el amor, a sentirnos amados y a amar, y no me refiero sólo al amor de pareja. El ser humano sin amor no sobreviviría.
Al encuentro súbito entre dos personas, en el que la pasión y la irresistible atracción derrumba las barreras que establecemos habitualmente con el otro, lo denominamos enamoramiento. En esta etapa, todo es sentimiento, es sensación, y como tal, es poco duradero, en demasiadas ocasiones esta etapa es utilizada como prueba de la intensidad amorosa, sin embargo esto es un error, y una vez se acaba esta etapa, muchos se desilusionan y marchan en busca de vivir una nueva pasión que los haga sentir vivos, les haga sentir atractivos, … Esto es característico de una sociedad “líquida” como la nuestra en la que, como señala el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, las relaciones sufren los avatares del sistema económico-social en el que estamos inmersos. Una economía de mercado en la que todo se compra y todo se vende, en la que toda mercancía tiene un precio, donde el consumidor es el rey y, en el que la velocidad y la aceleración marcan el ritmo de las personas, de sus valores y por ende sus relaciones. Y todos/as estamos en el mercado. Las relaciones son “líquidas”, se inician y se acaban tan rápido como cuando consumo un producto nuevo del mercado o pulso la tecla delete del ordenador. Relaciones virtuales, amor virtual, sexo virtual… En un mundo que clama su parcela de realidad y solidez, y unos individuos perdidos en la cibernética y que no saben dónde agarrarse porque todo es efímero, se nos plantea ¿cómo amar en estos tiempos?…
Como apunta el psicólogo Erich Fromm, el amor es un arte para el que se requiere conocimiento y esfuerzo. El problema no es encontrar el objeto adecuado para ser amado sino que la dificultad reside en la facultad de amar. Con anterioridad al siglo XX la gente no se casaba “por amor”, el matrimonio era un convenio por el que dos familias, dos patrimonios se unían por interés político, económico y/o social, aquí el amor no tenía cabida, es a partir del siglo XX donde hace aparición el “amor romántico” y las personas desean unirse por amor. El deseo de fusión interpersonal, según Fromm, es el impulso más poderoso que sostiene al clan, a la familia y a la sociedad. Y aquí empiezan a surgir los problemas, ¿cómo mantener la unión amorosa con una única persona para siempre?.
En el amor es fundamental dar y, esto no significa renunciar ni sacrificar. Dar te hace más feliz que recibir, porque entregas algo de ti mismo a los demás. Entregamos nuestra ilusión, nuestra energía, nuestro conocimiento, nuestros valores, nuestros sentimientos, nuestras emociones, positivas o negativas, … enriqueciéndonos ambos, ya que al dar el otro también se convierte en alguien que da. El amor genera amor.
Siguiendo a Fromm, existen cuatro elementos constitutivos en la actividad de amar: cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento.
El cuidado es evidente que existe en una relación amorosa ya sea el objeto amado un hijo, un animal o una planta. Quien ama cuida, se ocupa de la vida y el crecimiento de aquello que amamos.
El ser responsable significa responder a las necesidades del otro, tanto físicas como psicológicas, sean explicitadas o no.
El respeto es la capacidad de ver al otro tal cual es y aceptarlo. Es disfrutar al ver como el otro crece y se desarrolla en su manera, no en la que yo querría o esperaría, porque si es eso lo que espero, no lo amo. La libertad es la base del respeto. Si no dejo que el otro sea, lo someteré, lo dominaré, existirá sólo para satisfacerme, y eso no es amor, es dominación, coacción.
Por último, es necesario conocer, conocerme a mí mismo y a la otra persona para poder ver su realidad y, no lo que yo proyecto de mí, de mis ilusiones, sobre el otro.
Cuando sentimos que amamos a alguien y se dan estos cuatro elementos es que estamos sintiendo, viviendo un “amor maduro”, sin dependencias, sin exigencias, sin engaños. Si no es así, revisemos la relación y sobre todo a nosotros mismos.
En el amor de pareja, el amor erótico, se anhela la fusión, la unión completa con la otra persona, a todos los niveles, incluido el sexual, que es lo que le diferencia del amor materno o del amor fraternal. Esta unión exclusiva lo es sólo porque implica la fusión plena con una única persona, pero a través de esa persona estamos unidos al resto, ya que el amor erótico sin el componente del amor fraternal se reduciría a una mera unión sexual, efímera, sin amor, lo que no produciría ninguna unión real.
Por otro lado, amar a alguien no es sólo un sentimiento, es una decisión. Es un trabajo continuo, un crecer y desarrollarse de dos personas con libertad. Y la relación durará mientras implique un crecimiento para ambos, y esto puede durar meses, años o para siempre. Este es un trabajo arduo y deberemos enfrentarnos a obstáculos, a momentos de inmensa felicidad y momentos de inmensa tristeza, para luchar por continuar mejorando, aunque en ocasiones, la distancia que se ha creado entre dos personas es tan grande que es imposible acortarla de nuevo y debemos ser capaces de aceptar que la relación se ha acabado, y poner un punto en nuestro relato vital, pero no un punto final, sino un punto y aparte. Una nueva oportunidad para volver a amar y ser amado.
Todos sabemos lo que es enfrentarse a la pérdida de una persona amada, es una experiencia muy dolorosa que pensamos que no se acabará nunca, que no la podremos soportar, sin embargo, el tiempo cicatriza nuestras heridas, siempre nos sobreponemos, un poco contusionados, eso sí, y si no nos sobreponemos, algo nos ocurre, en nuestro interior y, quizás sea el momento para pedir ayuda. A pesar del dolor seguimos apostando por el amor, aunque en ocasiones por miedo a ser rechazados, a perderlo o a perder una ilusa comodidad entremos en dinámicas nocivas que debemos detectar y si no sabemos resolver, como apunto más arriba, sería necesario pedir ayuda a un profesional. Debemos saber cuáles son los límites del amor… . No debemos amar a cualquier precio y, evidentemente no me refiero a lo económico. Nuestra dignidad, nuestra autoestima, nuestra identidad están en juego … En ocasiones, el daño es muy difícil de reparar, no imposible, pero difícil. En la consulta, y fuera de ella, nos encontramos con personas de todas las edades, nivel educativo o nivel económico, muy válidas, que se perdieron en un momento de sus vidas porque pretendían a toda costa mantener una unión presuntamente amorosa que los ha anulado o simplemente les ha hecho olvidarse de quiénes son realmente.
Como dice Sthendal en su cita, el amor es esa bellísima flor que tenemos que tener el coraje de ir a recogerla al borde del abismo, porque en la aventura de amar no sólo tememos no ser amados sino que en realidad tememos amar, comprometernos y entregarnos sin garantías, sin una red que te proteja, para procurar que el otro se sienta bien, pueda crecer junto a tí, y producir amor en él… .
Quisiera acabar con una cita de Jacinto Benavente, que pienso resume muy bien lo que he pretendido exponer: “Al verdadero amor no se le conoce por lo que exige, sino por lo que ofrece”.
Bibliografía
Bauman, Z (2005). Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Madrid, Fondo de Cultura Económica de España.
Bucay, J & Salinas S (2003). Amarse con los ojos abiertos. Barcelona, RBA Integral.
Fromm, E (2003). El arte de amar. Barcelona, Ed. Paidós Contextos 90.
Riso, W (2004). ¿Amar o depender?. Barcelona, Ed. Granica.