Relaciones adictivas, dos palabras que asustan. La primera vez que las escuché me asusté, no quería reconocer que mi relación era eso, una adicción como podían ser las drogas o como podía ser el alcohol. Llevaba 2 años y medio atrapada en una relación de este tipo, pero no fui consciente hasta hace sólo 6 meses. Sabía que necesitaba salir, pero no podía, algo no me lo permitía por mucho que me estuviera destrozando a mí misma, por mucho daño que me estuviera haciendo y por más dolor que sintiera dentro de mí. En realidad ni siquiera sabía qué era lo que me hacía permanecer en la relación, con todo lo que había vivido hacía tiempo que tendría que haberla dado por terminada. Creía erróneamente que lo que me hacía permanecer en ella era el amor tan grande que sentía, un amor sin límites, un amor que era capaz de aceptarlo todo, de perdonarlo todo, de hacer que me olvidara de mí misma y de mis necesidades, de pensar sólo en la otra persona y de aceptar sentirme humillada una vez tras otra. Mi mundo se hizo muy pequeño, en él sólo estaba lo poco que tenía de la otra persona, pero yo no necesitaba nada más. Aunque mi sentido común y mis amigos me decían que debía dejar la relación, no podía, realmente no podía, no me veía capaz, no podía vivir sin esa persona, sin lo poco que me daba. Pero sabía que no podía vivir siempre de esa manera, que no lo iba a resistir. Cuando las personas de mi entorno criticaban mi relación, yo la defendía por encima de todo, aunque cada vez tuviera menos argumentos y los pocos que tuviera no se aguantaran por ningún sitio. Cuando pensaba en dejar la relación, sentía verdadero pánico, sentía terror al imaginarme sin la otra persona para siempre, igual que lo puede sentir un drogadicto al imaginarse sin la droga o un alcohólico al pensar que se le está acabando el alcohol, por ese motivo siempre decidía quedarme en la relación, a pesar de lo perjudicial que era para mí.
De la noche a la mañana me vi obligada a pasar por la abstinencia, forzada por la situación que me tocó vivir. De un día a otro pasé de las grandes ilusiones que me había creado a la completa soledad. Nunca me he sentido tan sola como entonces, me sentía como si estuviera sola en el mundo, sin nadie más a mi alrededor, me sentía totalmente perdida. Lo recuerdo como el período más duro de mi vida, el más amargo, no tenía ganas de vivir, sentía que literalmente me moría, pero no me importaba, al fin y al cabo mi vida sin esa persona ya no tenía sentido, así que qué importaba dejarme morir? Esa persona ya no estaba en mi vida y mi vida ya no tenía sentido sin él. El dolor que sentía en esos momentos nada tenía que ver con el dolor que sentía al haberme imaginado sin él, era muchísimo peor. Me dolía todo el cuerpo, no dejaba de llorar, no podía dormir por las noches, me pasaba los días sin salir de la cama, tenía muchísima ansiedad, y no tenía ganas de hacer nada, no tenía ningún sitio adonde ir, sólo sentía que lo necesitaba a él, que él era el único que podía hacer que dejara de sentirme así, que me pasara esa angustia tan insoportable que sentía. Sin darme cuenta, había entregado toda mi vida a la otra persona, y si él ya no estaba en mi vida, qué sentido tenía seguir viviendo? Cuando me vi en ese estado, me di cuenta de que necesitaba ayuda, de que tenía que seguir adelante sin esta persona, de que no podía dejarme morir así. Gracias a algunos libros de autoayuda y a mi terapeuta, conseguí que me fuera más fácil seguir adelante, de encontrar otros motivos para vivir. Me di cuenta de que la otra persona sólo era una parte de mi mundo, pero que había muchas cosas más que tenía, entre ellas mi familia, mis amigos, mis aficiones, mi trabajo, y que tenía que recuperar. Mi vida la formaban más cosas, no sólo una persona. Después de un tiempo de pasarlo realmente mal, experimenté un sentimiento de liberación, de triunfo y de logro por estar luchando contra esto y estarlo resistiendo.
Actualmente llevo 6 meses de terapia y puedo decir que vale la pena enfrentarse a esto. Aunque tengo días muy malos en los que me vuelven conductas compulsivas y me cuesta aguantarme para no salirme de mi camino de recuperación, son días puntuales, y cuando me ocurre me repito a mí misma que esto ya lo he vivido y que pasará, que si espero y no dejo que me gane la obsesión, será sólo un momento de pánico que pasará, y luego me sentiré bien por haberlo resistido. Ahora ya no es una angustia que no deja vivir y que se repite día tras día, son sólo momentos. He recuperado mi vida, vuelvo a hacer las cosas que me gustan, veo más a menudo a mis amigos, y cuando lo hago lo hago porque me siento bien con ellos y porque me divierto, no porque me lo imponga como hacía antes.
Ahora pienso que hay ciertas características que deben estar presentes en una relación, como son la alegría, la comunicación, el compañerismo, la comprensión, intereses comunes, una escala de valores similar, apoyo emocional y de crecimiento, sentirme querida por mi pareja, sentir amor hacia mi pareja, sentirme respetada y valorada por mi pareja, sentir respeto y valorar a mi pareja, sentir confianza en mi pareja, ofrecer confianza a mi pareja, sentirme cuidada por mi pareja, sentir ganas de cuidar a mi pareja, divertirme con él, satisfacción sexual, que haya un sentimiento de autoestima en la relación (y no de anulación de la personalidad propia) y que exista un deseo de pasar tiempo juntos. Creo que todas estas características son muy importantes en una relación, y de la mayoría de ellas NO estoy dispuesta a prescindir. Ahora sé que las quiero para mi vida, que quiero que estén presentes en mi relación de pareja y que tengo unos principios que no voy a cambiar. En este momento, mi “pareja” también se encuentra en proceso de recuperación. Es por eso que he decidido darle una nueva y última oportunidad a la relación. Pero esta vez, si llega a ser, seremos dos personas nuevas, en proceso de recuperación y con perspectivas de ser personas sanas, y tendremos una relación sin dependencias, una relación basada en la confianza en uno mismo y en el otro, una relación en la que el sentimiento que predomine sea el amor y no la necesidad de tener al otro a costa de lo que sea. Ahora siento que puedo vivir sin él, que no lo necesito para vivir, y si elijo compartir mi vida con esta persona, lo estaré haciendo libremente y no por simple supervivencia. A mi relación, actualmente le faltan bastantes de las características que he comentado, y si no conseguimos recuperarlas, no podremos tener esta relación. Poco a poco vamos recuperando algunas, pero siguen quedando muchas pendientes.
Aunque tenga dudas y no sepa si finalmente estaremos o no estaremos juntos, estoy contenta, porque ahora siento que me puedo valer por mí misma, y que pase lo que pase, yo sola puedo seguir adelante. He recuperado gran parte de mi autoestima, ahora me valoro mucho más y tengo muy claro lo que quiero y lo que no quiero para mi vida. Quiero a esta persona, pero también me quiero a mí, y tengo unos principios que no estoy dispuesta a negociar, así que si él no los comparte no podremos seguir adelante con la relación. Estoy orgullosa de mí misma por haber tenido la fuerza de voluntad suficiente para resistirme a todas las tentaciones de abandonarlo todo que tenía al principio. Si alguien se encuentra en una situación parecida, quiero animarle a seguir, porque aunque durante un tiempo parezca que todo se derrumba ante tus ojos, se puede seguir, y cuando consigues aguantar un poco, siempre puedes aguantar un poco más, y luego todavía un poco más, siempre se puede. Y cuando te gane la obsesión y sientas que no puedes, haz como yo, repítete a ti mismo que esto ya lo has vivido, que sólo es eso, un momento de pánico, y haz algo que te ayude a pasar ese momento, llama a alguien y cuéntale lo mal que te estás sintiendo, escríbelo en un papel y luego tíralo, o cualquier otra opción que se te ocurra y que te permita superar ese momento de ansiedad, pero sobretodo no hagas nada de lo que luego te puedas arrepentir.
Muchos ánimos a todos los que se encuentren en una situación parecida!