La próxima vez te traeré un puro.

La próxima vez te traeré un puro. Esa era la frase, esa era la idea que se mantenía en su mente mientras descendía aquella escalera que tantas veces había subido. Mientras su amigo lo contemplaba junto a su madre desde el umbral de la puerta bajar los peldaños. Las lágrimas caían abundantemente por su cara. No podía pronunciar la frase en voz alta, pero en su mente aparecía clara, tan clara como la imagen de quien solía disfrutar al fumarlos.
Era una imagen que recordaba vivamente de su infancia. El portador del humo influenció en su crecimiento. Y lo hizo bien.
Tan bien como lo hizo con sus tres hijos, Toni, Susana y Conchita, que en estos difíciles momentos estaban unidos junto a él, cuidándolo, mimándolo e interpretando con cariño las necesidades que podían intuir de esa boca que durante años sujetaba un puro y con voz ronca, pero siempre alegre, nos hacía reír y en ocasiones llorar.

Es un hombre bueno. Pensaba. No hay tantos y muchos menos que haya conocido. Pero Toni lo es. Sus acciones eran decidas, nunca se echaba atrás, te decía lo que sentía por que en él no hay dobleces ni falsas apariencias, podía enfadarse, podía ser exigente pero nunca era injusto.
De él era fácil sentirse orgulloso. Sabías que a su lado no te iba a pasar nada. No abundaban los cariños, pero nunca faltaba su mirada para saber donde estabas o que necesitabas. Se crecía a su lado sintiendo su calor.

La escalera se hacía mucho más larga de lo que recordaba. Y la academia de la Srta. Zoraida le golpeo a un más hacia el pasado.

El primer partido de futbol en Sarria. Y tantos otros, como olvidarlos. “Que suerte que fue ser perico”, pensó, sobretodo porque así pudo compartir más momentos. Minutos antes lo recordaban juntos. “Te acuerdas Toni, lo contentos que estábamos saliendo de Sarria, los tres pensando -con un tres a cero, !no nos van a remontar!-“. Esperaba que él contestara, pero no lo hizo, como siempre había hecho, solo abrió los ojos y ladeo la boca en lo que parecía una sonrisa por el recuerdo que se despertaba en su mente. Se partía la memoria y se partía el alma al verlo así. Inmóvil en un sillón, sin tonicidad muscular, sin habla inteligible, pero con todos sus recuerdos presentes en su mente, la mente de un hombre generoso, honesto y al que la vida le estaba quitando un bonito final.
Una enfermedad inexplicable y cruel le ha ido torturando en estos últimos cuatro años.

Recordaba mientras bajaba los infinitos peldaños como Toni no se rendía nunca, no dejaba que nadie bajara los brazos, si se trataba de un partido de futbol te llevaba hasta el extremo, te exigía, te empujaba y sacaba lo mejor de ti. Pero una vez acabado, te felicitaba aunque hubieses hecho un partido desastroso. En la vida era igual, luchó en su taller mecánico hasta el final, luchó por su familia y lo hizo por sus amigos. Él es así, y aun hoy que una enfermedad desconocida ha incapacitado su vivir sigue siendo el Toni positivo y generoso, no se queja, no se lamenta de su suerte, sigue luchando y seguro que en su interior y a través de esos ojos expresivos sigue viendo a su mujer Conchi, a sus tres hijos, a su nuera Bea y a sus dos nietas, y piensa “es mi familia y como los quiero, no he luchado para nada, están ahí unidos y seguimos juntos”

 

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Le dijo antes de bajar las escaleras, “sabes lo que te ha pasado, que has dejado de fumar puros y te has puesto malo, si lo se te traigo una caja”. Todos rieron, incluso hasta él pareció hacerlo.

Ojalá fuese tan simple, la vida no lo es. Y él la vivió y la vive. Todos daríamos lo que fuese por volverle a ver reírse, disfrutar de su familia y poder seguir quejándose del Espanyol, del que nunca renunció, como no ha renunciado de ser una gran persona y un ejemplo para los que crecimos junto a él.
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Has hecho un buen trabajo, ver a toda tu familia a tu alrededor ha sido muy emocionante para mi y seguro tu te sientes feliz también al verlos.
Gracias Toni por ayudarme a crecer, pronto te traeré el puro.