José Luis

Torero

Cuando me hicieron ver que todavía entraba al trapo como un toro, no me sorprendí de ello.

Cuando entendí que había pasado casi diez años dando cabezadas y, a lo sumo, propinando pequeños revolcones al maestro, apenas se resintió el orgullo.

Cuando pude verme arrancándome con furia desde la mitad del ruedo hacia el señuelo, que de tanto en tanto el maestro me enseñaba, comencé a saber un poco de qué iba la cosa.

Cuando comprendí que estaba condenado a ser un toro más y a ser lidiado cada día, tuve miedo de no hallar la salida.

Las vacas, vete con las vacas –me dijo, y me pareció humillante eso de irme con las vacas. Tardé un tiempo en entender que con las vacas salen de los ruedos los mansos, y que los toros bravos, salen muertos de las plazas, y que muy pocos salen vivos aunque siempre a costa de llevar una muerte en la conciencia, la del torero.

Cuando pude saber que no podría vivir con la muerte de un torero en la conciencia, me inicié en la mansedumbre, y comencé a comerme y a tragarme, poco a poco, la coraza de la soberbia en la que me ocultaba.

No fue fácil. Se confunde el valor con el temor y el orgullo con la soberbia. La inseguridad que nace de la ignorancia te hace temer por la pérdida del orgullo. La inseguridad es el abono de la soberbia que en la ignorancia te hace avanzar de miedo. La inseguridad del que huye temeroso y corre despavorido, si le hacen ir hacia adelante, se confunde con el valor. La seguridad es saberse inseguro, el valor superar el miedo, el orgullo evitar la soberbia. No fue fácil.

10 de mayo de 2009.

Han pasado más de 10 años desde que escribí los relatos anteriores. Me los envía Sergio, pues desea publicarlos y solicita mi permiso. Al leerlos me siento feliz y cuando acabo de leer el segundo, lloro emocionado. No recordaba estos escritos pero durante mi vida he escrito muchos relatos cortos, bastantes cuentos y algunas novelas inconclusas y no publicadas. No soy escritor aunque son mis palabras sin duda alguna.

No es casualidad, que Sergio me las haya enviado, tampoco que haya sido ahora y no en otro momento.

Otro día, si os apetece, os comento lo que yo pienso de “las casualidades” pero llega a mis manos cuando necesito una respuesta.

Lo que escribí hace años, me ofrece la respuesta que ruego, desde hace un mes, cada día.

El irse con las vacas, es una metáfora, leyendo el relato se comprende como también que la metáfora va dirigida a nuestra relación cotidiana con los demás.

Bien, pues ese es el núcleo central de lo que anhelo transmitir.

Durante estos años he trabajado la soberbia siempre en relación con los demás, me he ido con las vacas frente a alguien, he procurado no matar al torero y salir de la plaza con las vacas.

Hoy, fecha de este relato, he comprendido un poco más y he dado un pequeñito salto cualitativo, pero que a mí me ha costado muchos años pues cada uno de nosotros tiene su tiempo y lo necesita para avanzar.

Atención por favor, el torero ya no es esa persona que te cita (esa persona que te saca de quicio) y a la cual tu embistes (la situación que te provoca ira) hoy he comprendido que el torero es tu ego y que uno mismo es el toro que embiste al señuelo rojo que te muestra tu ego.

Lo que hay alrededor del torero es el mundo, el mundo de las sensaciones.

Gracias a Sergio y su oportuna remisión de los relatos, lo he interiorizado: el toro es uno mismo y el torero tu ego.

No existe nada fuera de ti lo que existe es tu interior.

Es por eso que hoy he comprendido un poquito más, he avanzado un poquito más.

A partir de hoy, voy a ser capaz de darme cuenta que es mi ego el que me lanza el capote y no, esa persona que me saca de quicio, esa persona que me saca de quicio es mi maestra porque, atención de nuevo, eso que más te molesta de los demás, sí, de esa persona en la que estás pensando, es precisamente lo que más necesitas empeñarte en mejorar en ti mismo, pues la agresión que ves en el otro, en el fondo no es más que un reflejo de la agresión que no eres capaz de ver en ti mismo, pero que conoces bien, por lo que la reconoces en el otro.

Gracias Sergio, incluso cuando ya no soy paciente, tú sanas mi curación.

EL AMOR A CONSULTA

 

            En la actualidad el 40% de los pacientes que me piden consulta lo hacen por motivos relacionados con el amor. Por tanto he de considerarlo un tema  de preocupación. Asistí recientemente a un seminario sobre las relaciones de pareja y su complejidad, impartido por Walter Riso –con mucho acierto y humor-, autor de diferentes libros sobre el amor de pareja “Ama y no sufras”, “Los límites del amor”, “Amores altamente peligrosos”, éste, elevaba al 50% los casos que él visitaba.

Cuando hablo de amor lo estoy haciendo desde la vertiente del amor de pareja, dejo para otra ocasión el amor paterno-filial o los amores relacionados con objetos-aficiones o trabajos.

Se consulta por desavenencias con la pareja, por duelos no resueltos, frente a la perdida de una relación, por cuestiones sexuales, por enamoramiento, por desenamoramiento, por infidelidades, por dudas… es una realidad cada vez mayor, no que el amor esté en crisis sino que el amor cada vez nos preocupa más, que cada vez sentimos que es más importante para nuestras vidas y que somos conscientes de ello. Igual que no nos cuestionamos que debemos ir al traumatólogo cuando nos rompemos un brazo pues deberíamos ir a un experto cuando se resquebrajan nuestros afectos, ¿no os parece?.

 

            De esta conflictividad se derivan diferentes cuadros clínicos que presentan una sintomatología que llevan a la persona que sufre a acudir a la consulta del psiquiatra, y como inexcusable consecuencia de ello, a iniciar un tratamiento psicofarmacológico que pretende frenar un cuadro de ansiedad o aliviar un estado de ánimo deprimido, cuando lo que debería ponerse en tratamiento es el amor o su relación con él.

 

            Parece sencillo, pero no lo es, cuando definimos el amor…cuantas cosas nos pueden venir a la cabeza, me permito utilizar un párrafo del libro “Ama y no sufras” ¿Qué queremos decir cuando hablamos de amor o cuando decimos que estamos enamorados? Utilizamos como sinónimos de amor un sinnúmero de palabras que no significan lo mismo: pasión, ternura, amistad, erotismo, apego, compasión, deseo… para algunos amar es sentir pasión, para otros amor y amistad son la misma cosa y no pocos asocian el amor a la compasión o a la entrega total y desinteresada”. Cada uno de los que lean este artículo podrá reflexionar acerca de lo que para él es sentir amor (no estar enamorado) y por tanto entenderíamos que hay amor si hay gente que ama; pero para no dejarlo todo en manos de la duda seguiré apropiándome de la terminología de Riso, la cual me parece muy clarificadora.

            Salvo excepciones, todos hemos estado o estamos expuestos a posibles afectaciones. El amor no es un objeto que se adquiere o se pierde, no se consigue por sólo desearlo, hay que trabajarlo y disfrutarlo, en ocasiones se puede perder, pero también recuperar.

            Riso nos plantea tres reflexiones en la evaluación de nuestra relación de pareja cuando sentimos que esta no va bien: ¿Cuál es la manera de amar de mi pareja?, ¿Cuál es mi manera de amar?, ¿hasta dónde podemos estar juntos sin hacernos daño?

            Reflexionar acerca de por qué amamos resulta en apariencia sencillo, pero yo creo que es profundamente complejo. Creo que es un esfuerzo al que deberíamos someternos cada cierto tiempo. Interiorizar en nuestra mente para saber. Seguro que a todos se nos ocurren más preguntas que hacernos acerca del amor, ¡háztelas!, no vas a perder nada. Todo lo contrario, las personas somos capaces de cambiar el rumbo de nuestras vidas, de mejorarlas, de potenciarlas…por qué dejarlo todo al azar, a la suerte…o lo que es peor al tiempo. Mis pacientes a veces me dicen con el tiempo todo cambiará, yo suelo decirles “el tiempo sólo nos hace más viejos”.

EL CUENTO DEL ARBOL

Había una vez, en las afueras de un pueblo, un árbol enorme y hermoso que vivía regalando a todos los que se acercaban el frescor de su sombra, el aroma de sus flores y el increíble canto de los pájaros que anidaban en sus ramas. El árbol era querido por todos, pero especialmente por los niños, que trepaban por el tronco y se balanceaban entre las ramas con su complicidad complaciente. Si bien el árbol amaba a la gente, había un niño que era su preferido. Aparecía siempre al atardecer, cuando los otros se iban.

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Hola, amiguito – decía el árbol, y con gran esfuerzo bajaba sus ramas al suelo para ayudar al niño a trepar, permitiéndole además cortar algunos de sus brotes verdes para hacerse una corona de hojas aunque el desgarro le doliera un poco. El chico se balanceaba con ganas y le contaba al árbol las cosas que le pasaban en casa. Casi de un día para otro, el niño se volvió adolescente y dejó de visitar al árbol. Pasó el tiempo y de repente, una tarde, el árbol lo vio caminando a lo lejos y lo llamó con entusiasmo:

Amigo…amigo… Ven, acércate. Cuánto hace que no vienes… Trepa y charlemos.

No tengo tiempo para estupideces- dijo el muchacho.

– Pero disfrutábamos tanto juntos cuando eras pequeño…

– Antes no sabía que se necesitaba dinero para vivir, ahora busco dinero ¿tienes dinero para darme?

El árbol se entristeció un poco, pero se repuso enseguida.

– No tengo dinero, pero tengo mis ramas llenas de frutos. Podrías subir y llevarte algunos, venderlos y obtener el dinero que necesitas…

– Buena idea-  dijo el muchacho, y subió por la rama que el árbol le tendió para que trepara como cuando era chico. Y arrancó todos los frutos del árbol. El árbol se sorprendió de que ni siquiera le diera las gracias.

Pasaron diez años hasta que el árbol vio pasar otra vez a su amigo. Era ya un adulto.

– Qué grande estás- le dijo emocionado-; ven, sube como cuando eras niño, cuéntame de ti.

– No entiendes nada, como para trepar estoy yo… Lo que necesito es una casa. ¿ Podrías acaso darme una?

El árbol pensó unos minutos. – No, pero mis ramas son fuertes y elásticas. Podrías hacer una casa muy resistente con ellas.

El joven salió corriendo con la cara iluminada. Una hora más tarde, con una sierra cortó cada una de sus ramas, tanto las secas como las verdes. El árbol sintió el dolor, pero no se quejó. No quería que su amigo se sintiera culpable. El árbol guardó silencio hasta que terminó la poda y después vio al joven alejarse esperando inútilmente una mirada o gesto que nunca sucedió. Con el tronco desnudo, el árbol se fue secando. Era demasiado viejo para hacer crecer nuevamente ramas y hojas. Quizás por eso, porque ya estaba viejo cuando lo vio venir, años después, solamente dijo:

– Hola ¿qué necesitas esta vez?

– Quiero viajar. Pero ¿ qué puedes hacer tú? Ya no tienes ramas ni frutos que sirvan para vender.

– Que importa, puedes cortar mi tronco… con él quizás consigas construir una canoa para recorrer el mundo a tus anchas.

– Buena idea- dijo el hombre.

Horas después volvió con un hacha y taló el árbol. Hizo su canoa y se fue. Del viejo árbol quedó tan sólo el pequeño tocón a ras del suelo. Dicen que el árbol aún espera el regreso de su amigo para que le cuente de su viaje. El niño ha crecido, pero tristemente se ha vuelto un hombre de esos que nunca vuelven a donde no hay nada más para tomar. El árbol espera, vacío, aunque sabe que no tiene nada más para dar.

 

 

LOS PSICOTÓPICOS

Que profesión la nuestra, tan incomprendida como necesaria, tan extraña como atrayente. Oímos muchas veces el comentario de “he hecho de psicóloga/o de mi amigo”. Parece que todo el mundo ha hecho de “psicólogo” alguna vez, o por lo menos eso se dice. Pero la verdad es que ser psicólogo, terapeuta, psiquiatra o cualquier profesión dedicada a la atención de las personas que sufren requiere de algo más o por lo menos de algo menos de frivolidad. No solo el sentido común funciona, no basta con la buena intención del que escucha y opina acerca del problema del otro.

 

Nosotros nos hemos encontrado en muchas ocasiones que al conocer a alguien y éste se entera a lo que te dedicas es inevitable que salgan de su boca frases tan brillantes y a la vez desconocedoras de lo que hacemos. ¿Miedo?, ¿curiosidad?, ¿vosotros que nos leéis que opináis?

Hemos querido escribir las que hemos oído. Quizás haya más, quizás algún día las oigamos. Ahí van:

 

¿No me irás a psicoanalizar? ¡Dios! Me ha reconocido, se ha dado cuenta que soy la reencarnación de SF (Sigmund Freud), pero no, son otras las iniciales. Nos ven como ojos escrutadores de problemas psicopatológicos, nuestra vida tiene un karma –descubrir que le pasa al que tenemos delante para ayudarle- como si con sólo mirarles pudiéramos ver todos sus problemas y sepamos exactamente cómo van a reaccionar. Para vuestra tranquilidad y os podemos asegurar que para la nuestra también y de aquellos colegas de profesión, la mayoría de nosotros no vamos psicoanalizando a la gente en nuestros ratos de ocio. Quizás os diríamos que precisamente aquel que se toma en serio su profesión, a la que hemos dedicado buena parte de nuestra vida, difícilmente hará juicios de valor, no se tomará en broma o de manera superflua lo que os pueda ocurrir y en buena lógica no intentará solventaros el problema a la hora del café.

 

A los psicólogos es donde van los “locos”. Aunque afortunadamente ha cambiado mucho la idea que tiene la gente de los psicólogos, todavía quedan personas que piensan esto. Nos genera rabia e indignación  por el poco respeto a los pacientes que posiblemente estén más sanos que el que realiza la afirmación, seguramente lo están porque precisamente se preocupan más por su salud mental y no temen resolver sus problemas. Es una paradoja que alguien que critique el hecho de ir a un terapeuta no sepa muy bien que es eso, y por supuesto antes se dejaría arrancar los dientes por un titulado en odontología-astral por la universidad de Pantomima que ir a alguien que “encima te va a decir lo que tienes que hacer”, “venga hombre que yo no estoy loco”, y digo yo, pues eso, como que no lo estás no dejarás que otro maneje tu vida ¿no os parece?.

El enfermo mental grave no escucha, no atiende a posibles soluciones a sus problemas –ya que no tiene problemas-, sólo los relativamente cuerdos acudimos a consulta psicológica, sólo los que nos sentimos que a veces no podemos con nuestras cargas nos dejamos ayudar. La ayuda no suplanta nuestra identidad, no quedamos abducidos, sólo nos entregamos al sano ejercicio de reflexionar sobre nuestras vidas. Algo que el “loco” para su desgracia no es capaz de hacer.

 

Yo no creo en los psicólogos. Esta es de las mejores. Ciertamente quedamos colocados en una especie de estado superior. Quien ha oído la frase yo no creo en los mecánicos, en los profesores o incluso en el camarero del restaurante de la esquina, al contrario a este último se le suele tener una fe ciega y más en días de partido de futbol. Como si esto de la psicología fuera algún tipo de religión y se tratara de un acto de fe. Para nosotros no es cuestión de creer o no creer, sino de QUERER o NECESITAR cambiar aquello que nos produce malestar.

 

Los psicólogos sois como los curas. Y dale. Que no. Ésta frase y la anterior suelen ir de la mano. Pero claramente la desmentimos, nosotros tenemos despachos algo más amplios que los suyos –el confesionario creo que podría llegar a generar agorafobia-, no pedimos que la gente se ponga de rodillas, no tenemos casilla en la declaración de hacienda…Cada uno tiene su lugar. El de la religión es importante, la fe es necesaria para muchas personas, hay estudios que demuestran que las personas con fe son capaces de superar los duelos de manera más eficiente que los no creyentes, somos compatibles, nos ocupamos del alma pero desde concepciones muy diferentes.

 

Parece mentira que seas psicóloga… ¡Cómo si ser psicólogo nos capacitara para solucionar todos los problemas y hubiéramos llegado a una especie de felicidad ZEN permanente! Estudiamos la carrera y tenemos una serie de técnicas para utilizar pero somos humanos y como todos también nos deprimimos, nos angustiamos, nos estresamos y nos sentimos perdidos… Si es cierto que deberíamos ser capaces de avanzar en  poder resolver nuestros propios problemas, pero ello no es inherente al hecho de ser psicólogos.

 

Yo no explicaría mis cosas a un desconocido para eso tengo a mis amigos. No todo el mundo necesita ni quiere visitarse con un psicólogo, los que si lo hacen es porque en un momento de su vida sienten esa necesidad del asesoramiento psicológico y una de las cosas más importantes es conseguir un buen clima y empatía con el terapeuta. Los pacientes pueden explicar cosas que no saben los amigos ni las parejas porque podrían sentirse juzgados. El amigo es necesario, nos compadece, sufre con nosotros, quiere implicarse, quiere hacer lo que sea…pero todo ello no es terapéutico es fílico –es amistad-. El terapeuta no va a ser nuestro amigo, no irá a tomar copas con nosotros, se implicará pero dejará que sea el paciente el que decida y tome las riendas.

 

Los psicólogos cobráis sólo por escuchar. Vaya tantos años de carrera y cursos y libros y sólo nos dedicamos a escuchar… Escuchar seguro que escuchamos y a veces cosas que forman parte de la dureza del vida, del sufrimiento en estado puro, cosas que os podemos asegurar que no son fáciles de escuchar y menos fáciles de expresar por parte del paciente. Es verdad hay una parte de lo que cobramos que es por escuchar, esta escucha es una escucha empática, reflexiva, en definitiva útil. El paciente no sólo quiere desahogarse al explicarlo, nos pide que le ayudemos que le escuchemos para hacerle reflexionar, repensar, buscar alternativas y en algunos casos a desistir.  Sin escuchar no podríamos hacer nada, pero también hablamos pensadamente, aplicamos pruebas, realizamos diagnósticos…en definitiva intentamos ser una herramienta útil para la eutimia emocional del paciente

 

Además de estas frases hay muchas más, como en muchas profesiones se nos asocian tópicos –algunos de los cuales nos hacen reir por su aproximación a la veracidad-.

 

Resumiendo, la psicología  a todos nos produce curiosidad porque son las emociones, los pensamientos, la personalidad, el estado de ánimo… En definitiva, el  ALMA que es el origen etimológico de la palabra psicología.

 

Desmitifiquemos, atrevámonos, conozcamos, no temamos…y por supuesto riámonos. –os dejamos una prueba de ello por si os apetece- Pertenece al programa Vaya semanita de etb

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