Mi historia se puede parecer a la de cualquier madre

Incluyo en nuestra sección “Para pensar” un escrito al que no puedo ponerle palabras, si lo definiera creo que no acertaría a colocarlo en su justo lugar. Merece ser leído. Pertenece a una madre y a un padre que hablan de su hijo. Esta escrito con el alma, con la emoción y carece de amargura, pena o conformismo. Toda una lección de amor que Maite nos ofrece. Leedlo.

 

Mi historia se puede parecer a la de cualquier madre, dulce espera,  a medida que crece tu vientre y ves que se acerca el día, en tu interior vas haciendo planes, imaginas su cara, piensas en su nombre, arreglas su habitación.

Cuando nace un hijo/a con problemas, la primera sensación es la de que tu mundo se derrumba, pensamos en el sufrimiento que va a tener nuestro hijo/a. Con el tiempo he aprendido que sufrimos porque nuestro patrón de hijo/a, no va ha ser el que esperamos, que caminará pronto, irá al colegio, estudiará se hará mayor…todo lo que debe ser normal.

No se puede estar preparado para un hijo/a con dificultades, pero si conociéramos la personita que nos va ha venir, no sentiríamos tanto miedo a lo desconocido, si desde que llegan a nuestra vida les viéramos simplemente como hijos/as que van ha necesitarnos un poco más, estoy segura que se disiparían dudas y temores. Actuaríamos en consecuencia.

Todos tenemos en mayor y menor medida alguna disminución, alguna carencia, necesitamos de otros para complementarnos. Somos individuales  y únicos, no podemos mirar al diferente como si solo él necesitara de atención.

 

             Mi hijo nació de ocho meses de embarazo, con una lista interminable de anomalías, y según los médicos con pocos días de vida.

Creo que todas las personas  vienen a este mundo con un firme propósito, el de mi hijo es el de hacernos felices. A pesar de su débil salud, sus muchas intervenciones, días de hospital, él, mi gran motivo de vida, decidió no dar la razón a los médicos cuando le dieron tan poco tiempo, él tenía mucho que ofrecernos, muchos planes por cumplir.

Mi hijo es un muchachote de 24 años, siempre está alegre, él decidió estar con nosotros, y nos ha dado más de lo que nosotros quisimos darle.

 

Cuando te dicen que tu hijo que acaba de nacer tiene problemas, en el interior de tu alma, se pone en marcha un mecanismo que no conocías de protección hacia ese ser indefenso,.

 

Es muy importante sentirse fuerte para poder afrontar la dificultades que nos esperan.

Es esa fuerza la que transmitimos a nuestros hijos, esa seguridad la necesitan ellos, deben sentirse muy queridos, nosotros decimos que nuestro hijo vive de los besos,  lo llamamos “beso con patas” por todos los besos que da y pide al día.

 

Hemos educado a nuestro hijo con disciplina, enseñándole a distinguir el bien del mal,  pero lo hemos mimado mucho, aunque no consentido.

Ahora tenemos un muchachote alto, que no entiende la vida sin sus besos, desde el Centro le dicen que no se dan tantos , que es mayor, y él allí se comporta, pero, en la intimidad se nos cuelga para darnos apretones (que ya son fuertes) y decirnos cuanto nos quiere, a nosotros se nos hace muy cuesta arriba dosificar las muestras de cariño.

 

Al saber que Agus no tendría futuro, no le preparamos para la vida adulta, intentamos que fuera todo lo más fácil posible, que tuviera una vida cómoda, llena de besos y caricias.

 

A nuestros ojos aún lo vemos pequeño, (mide 176 cm) ya hace tiempo que miro hacia arriba para ver su cara.

A nosotros el llevarlo cogido, es una forma de controlar los peligros y él se siente más seguro.

Sabemos que no le hacemos ningún bien, muy al contrario, está tan acostumbrado a ir de la mano que no sabe mantener una marcha normal al caminar, no sabe qué hacer con las manos cuando se siente suelto, camina todo en un bloque.

 

Los padres tenemos tendencia a proteger a los hijos más débiles, nosotros solo lo tenemos a él, lo hemos protegido en exceso, le hemos facilitado la vida, esto es un error.

En casa intento no ayudarle cuando me llama reclamando mi atención, miro disimulada para ver si puede ponerse esos calcetines que no suben, intentando abrocharse los botones, esa espalda que acaba de secarse…..me controlo las ganas de acudir, sufro al ver cuanto trabajo le cuesta lo que para nosotros es tan fácil.

A veces no puedo reprimir un sentimiento de culpa, y otras me da una ternura intensa, y doy gracias al ver que consigue hacer aquello que lleva tanto tiempo intentando.

 

Para los padres que ven crecer a sus hijos con normalidad, todo va muy deprisa, para nosotros cada logro es una alegría y una celebración.

Sus primeras palabras, tardías y apenas ininteligibles, sus pasitos que tanto tardaron, cuando cogio el cubierto solo, cuando te mira y ves que te ha entendido, el primer dibujo, todo lo que hace por primera vez, ya que todo es un regalo.

Agradezco que se tome sus medicinas sin ponerme mala cara, me hace la vida  más fácil, debe ser muy fastidioso que te estén molestando con jarabes, inhaladores, pastillas, gotas…… él no se queja, al contrario, me recuerda que le tengo que dar su medicina. Él sabe que es para ayudarle a mejorar.

Nuestros hijos se merecen todos los besos del mundo!!

 

También agradezco su paciencia con nosotros, sus padres, jugamos y le gastamos bromas, que él encaja y comparte, por la noches al acostarse, primero voy yo para arroparlo bien, le doy besos un achuchón, y buenas noches. Pero…lo mejor viene con su padre, es toda una ceremonia que se repite pero que los dos esperan cada noche.

En la cabecera de su cama tiene una trompeta que usa para llamar a su padre, cuando la oye, entra en su habitación para darle el beso y Agus se tapa la cabeza diciendo “no hay nadie” los dos juegan y ríen, por más tiempo que pase ellos siempre esperan ese momento para dormir.

Nosotros estamos contentos de su inquietud, está descubriendo cosas, le dan responsabilidad y eso le hace sentirse mayor.

Hay una parte de ellos que evoluciona como cualquier persona, su cuerpo, sus sentimientos, emociones, ……..

Otra parte  se quedó en la niñez. Tienen esa  mezcla  que los hace tan cercanos, cuerpos de adultos con mirada de niños. Su ingenuidad los hace dulces, siempre dispuestos a regalarte una sonrisa. Nada egoístas, muy bondadosos.

Es esa ingenuidad la que los hace tan vulnerables y tan frágiles ante el mundo.

Resulta difícil ponerse en el lugar de otras personas, ponernos en su piel, -es un ejercicio que deberíamos practicar-

Muchas veces he querido saber qué pensaban los que me miraban con cara de  circunstancias, mi familia, mis amigos, vecinos, conocidos…

Cuando me cruzo con padres de hijos “especiales” pequeños, pienso en la angustia que deben estar pasando, y me gustaría decirles que disfruten de sus hijos sin diferencias, que les darán muchas más alegrías de las que esperan, que son trocitos de dulce que nos hacen ver la vida mucho más sencilla.

Nosotros nos hemos unido en torno a Agus, intentamos tener una vida lo más normal posible, no hemos hecho de nuestra vida un drama,

al contrario, somos optimistas y si nuestro hijo está bien, hay alegría, risas, mi marido  dice que seremos siempre jóvenes, porque Agus siempre será un niño.

Esta alegría nuestra a veces no es entendida desde fuera, no entienden que una familia tan “especial” parezca tan contenta.

Para nosotros las preocupaciones pequeñas no cuentan, hemos aprendido a ver lo bueno de la vida, apreciar los momentos en los que estamos bien y no perder el tiempo en cosas banales, reír y disfrutar, olvidarse de todo lo que nos pone tristes y regalar una sonrisa a quien te mira, además es gratis.

Seguiría hablando y llenando páginas con anécdotas y comentarios sobre mi hijo, pero creo que ya me he excedido mucho por hoy.

 

31- marzo 09

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