La “cura” psicológica.
Las nuevas tecnologías se están implementando cada vez más, en nuestra profesión también, el teléfono, los sms y los correos electrónicos ya están totalmente al día. Poco a poco la terapia on-line irá encontrando su sitio y páginas web como la nuestra ya reflejan la importancia del ciberespacio.
El teléfono suele ser la herramienta inicial de contacto en muchos casos, a través de él los pacientes establecen su primer encuentro con nosotros, nos solicitan visitas y en ocasiones resuelven sus urgencias. A veces yo también recurro a las llamadas telefónicas para saber de mis pacientes o de aquellos que lo fueron. Quizás no es lo más ortodoxo desde la vertiente más purista de la psicología y su asepsia, es decir si un paciente deja la terapia sus motivos tendrá y no se debe insistir en forzar una posible visita, si considera que está lo suficientemente bien como para no volver, sus motivos tendrá, incluso si algo no le ha parecido bien de mi tratamiento, sus motivos tendrá, si le hemos dado el alta ¿porque volver a saber de él?, son varios de los motivos que hacen reflexionar antes de la llamada. Les damos la suficiente autonomía para tomar sus propias decisiones; pero yo considero que cuando alguien no acude a consulta me creo en el deber de interesarme por cómo está o que es lo que le ha ocurrido para dejar de venir.
Mi función no es de tutelar el resto de sus vidas a las personas que pasan por la consulta, no soy un supervisor de su estado de ánimo, ni siquiera un antiguo amigo que te llama para saber como estas. Ello sería todo lo contrario de lo que el funcionamiento autoregulado y la buena ejecución de la práctica de la psicoterapia recomienda, el ayudar a la autodependencia (es decir a depender de uno mismo en la toma de decisiones, en responsabilizarse de las acciones que acomete es parte importante de mi trabajo).
Con aquellos que hace tiempo que no tengo contacto y considero que debería saber algo de ellos por diferentes motivos, suelo atreverme. A pesar de la dificultad inicial de que puedan pensar ¿Por qué me vuelve a llamar? ¿Tan mal considera que estoy?, ¿Querrá que vuelva? etc… Ello me facilita la posibilidad de poder evaluar las resistencias o de poder hacer autocrítica sobre la propia terapia, el desarrollo de la misma y si los resultados se adecuan o se adecuaron a lo esperado por el paciente y por mí.
Hecho este preámbulo –que creo compartirán colegas de profesión- quisiera relatar una experiencia que me empapó y me hizo reflexionar. Pasado un tiempo más que prudencial de la finalización de un tratamiento en el que particularmente me sentí muy comprometido y del que me consideraba parte del equilibrio emocional no solo del paciente sino de la estructura familiar, me decidí a saber cómo le iba. ¡Vaya idea tuve! Después de la conversación telefónica mantenida mi estomago se revolvió, lo que yo entendía como una llamada de cortesía se convirtió en un reclamo, en una queja amarga y silenciada hasta que la despertó el ring de mi teléfono. Un paciente descontento, un paciente que sentía el haber iniciado la terapia y que me comentaba en un tono, eso sí, más que correcto, “no debería haber ido a tu consulta”. ¿Qué ocurrió? Me preguntaba, que ha pasado en todo este tiempo, realmente la terapia hizo que su vida cambiara en el sentido no deseado (por él), en mi cabeza aparecían secuencias, fragmentos de las visitas, experiencias compartidas. Reflexionas lo más rápidamente que puedes y te confirmas, “siento no haber podido ser toda la ayuda que esperabas de mi, a pesar de ello creo haber actuado con toda la profesionalidad y honestidad posible contigo y en el tratamiento psicológico”. Pero el paciente y con el paso del tiempo no está como desearía estar. Eso en ocasiones es una realidad que te deja impotente pero que te acerca a otras conclusiones.
Cuando se inicia un tratamiento psicológico muchas personas piensan que a lo que les va a llevar comenzar ese proceso es a la “cura” en mayúsculas, a la cura psicológica total. Que por otro lado debe ser la leche si se consigue. Pero no es lo que suele ocurrir. Claro que ayudamos y resolvemos conflictos pero el devenir de la vida nos sigue poniendo en conflicto con nuestro yo interno y nos propone que estemos en continua evolución. La vida no para, las experiencias significativas se actualizan con el pasar del tiempo. Por tanto debemos utilizar los procesos psicoterapéuticos como facilitadores, como recursos que nos permitan a afrontar los mismos.
Iniciar un tratamiento psicológico pensando que va a resolver todo y todos los conflictos futuros es motivante pero no es exacto.
Agradezco a todos mis pacientes que me han hecho crecer como terapeuta y que me siguen haciendo reflexionar. Y asumo no poder ser toda la ayuda necesaria para algunos.
Te amo.
Lo siento.
Por favor perdóname.
Gracias.
El día anterior a la llamada, una amiga de la familia, me había leído y dejado leer, algunos cuentos de un libro de Jorge Bucay.
La fatalidad o la bendición, eso sólo depende de las enseñanzas que extraigas, siendo el tiempo y tu propia evolución la que determina el adjetivo, quiso que mi indignación fuese tal y de tal magnitud, al leer, y precisamente, esos dos cuentos que tanto me habían impactado, cuando Sergio, en la consulta me los mostró –yo, ni conocía a Bucoy ni a sus cuentos, que proyecté tanta rabia interior, tanta agresicidad, tanta frustración… dicho de otra manera, mi soberbia y autoimportancia personal se vió tan maltrecha por lo que yo, en aquel entonces, consideré un agravio porque no me lo había dicho en su momento y me permitió continuar siendo un animal, un bestia… dicho de otra manera, un adoquín incapaz de mostrar sentimientos, incluso ahora y he de reconocerlo, no os penséis que estoy dentro de los standares de un animal intelectual socializado, esto tan rimbobante es un hombre, en sentido genérico pues no deseo molestar a las feministas, y por una doble razón, la primera ya está escrita utilizar hombre en sentido genérico y la segunda es que “me voy con las vacas” frase en clave que sólo conoce el interesado pero que, por si acaso, pido disculpas de entemano.
Cuando sonó el teléfono, estaba como siempre había estado en los últimos 40 años o tal vez no estaba así en mi infancia, bueno, la verdad es que nací enfadado o al menos así lo recuerdo en mi imaginación ficcionada, si la palabra anterior no existe me la pido y los royalties son míos… ¡¡¡ES BROMA!!! es una forma de decir que no repaso que no compruebo la ortografía que no rectifico y que no recuerdo lo que escribí a partir de 1o líneas hacia arriba que es lo que la pantalla me permite leer. Bien, estámos con el teléfono sonando y a mi enfado por el libro de Bucay (ya ves que culpa tiene el hombre, repito su nombre ya que es una forma de compensarle si alguien lee ésto y le compra un libro por ese motivo, es una forma de pedirle a él también perdón) el enfado diario por asistir a un trabajo que entonces no valoraba y que tanto me ayudó y me sigue ayudando ahora que estoy felizmente pre-jubilado. Me llamó y proyecté sobre él lo que no me hace feliz recorarlo ahora ni tampoco me hizo feliz entonces, la destilación intelectual de una soberbia refinada.
Lo siento.
Te amo.
Por favor perdóname.
Gracias.
Un abrazo y un beso.
José Luis
Caminante
No cambies salud por libertad ni riqueza por poder. Cambia espada por Amor y escudo por humor.